jueves, 4 de junio de 2009

Herencia blochiana y puesta en marcha (gracias a la aportación de Dasein)

Bloch: camino y horizonte

La mayoría de personas saben cuando hay algo en sus vidas que va a cambiar; el cambio puede aparecer gracias a cualquier acontecimiento: una enfermedad, la lectura de un libro, la muerte de un compañero, etc. Este cambio no suele ocurrir repentinamente, esta vuelta de tuerca de la conciencia suele ser la culminación de un desarrollo anterior,  muchas veces escondido tras la inmediatez del día a día.

 También es muy significativo cuando uno no deja de mirar hacia el pasado; en ese momento la conciencia revisa el equipaje para su nuevo viaje, quiere asegurarse a ella misma que no se ha dejado nada, que ha cogido todo lo necesario de su antigua estancia y que ha dejado lo que le impedía proseguir el camino.

Y es que, tan importante es la revisión del equipaje por parte de la conciencia[1], como el desarrollo de pensamientos y situaciones que la llevan a querer partir de su hogar. En un primer momento, la conciencia no da cuenta del lugar en que se halla; no puede reconocerse en lo otro, pues su hogar es el todo para ella, y ella es el todo. El segundo momento llega cuando la conciencia tiene ganas de saber que hay más allá de la puerta; cuando sale y ve que todo es diferente de su hogar, de su mundo, da un portazo y cierra la puerta con llave, guardando celosamente su mundo de lo que se da fuera de él. Reconoce entonces la comodidad de su hogar y halla su sitio; lo que hay más allá de su puerta es peligroso e incómodo. Pero, con el paso de los días, la llegada del tercer momento se acerca; el mismo impulso que la llevo a abrir la puerta la llevará a querer conocer lo otro, lo que se da más allá del felpudo de su entrada.

La conciencia vuelve a abrir la puerta y le asalta un terrible pensamiento: la comodidad de su hogar queda legitimada por la aparente incomodidad de lo ajeno. Los demás hogares también tienen la misma función: proporcionar cobijo. Se queda absorta mirando a lo otro, que ya no es lo otro; entra en casa, y ya no cierra la puerta, lo ve todo diferente: su queridísimo lugar de refugio es equivalente a los hogares que lo rodean, vienen a ser lo mismo. Todos tienen sillones, mesas, cocinas, lavabos… lo que la conciencia creía como algo absoluto, se relativiza y se une con lo anteriormente negado.

Este es el tercer momento, cuando la conciencia se da cuenta de que su hogar viene a ser lo mismo, tienen la misma esencia, que las demás casas de su calle: lo que ella no sabía era que, todo lo que veía no era más que una manifestación aparente de esa misma esencia, una realidad fenoménica. Lo único que había hecho era descubrir el fundamento que se escondía tras la apariencia.

 

La conciencia parece encontrar un momento de paz en este “reconocerse en y a través de lo otro”, pero esta sensación marcha pronto… su calle es su nuevo mundo, su nueva realidad “en sí”; pero ella ya sabe, por experiencia[2], que a la vuelta de la esquina hay algo más. Y el impulso de su voluntad hacia el saber, le dice que lo que halle más allá quizás será mejor que su queridísima calle.

La conciencia parte de su casa, que ya ve como algo ajeno para buscar cobijo, para identificarse con la realidad que hay tras la vuelta de la esquina.

 

Y aquí retomamos el hilo de lo que se iba diciendo: la conciencia al revisar el equipaje, no hace nada más que adquirir experiencia del pasado. Y este era el punto donde yo me encontraba[3]: tratando de dar sentido a mi pasado[4] para llevarme lo verdaderamente útil en mi nuevo viaje.

Ahora bien, cuando supe de qué quería llenar mi mochila… no encontré el impulso suficiente para abandonar el hogar; no quería viajar solo y no supe encontrar un buen compañero de viaje.

 

Ahora, me encuentro escribiendo en mitad del camino y he encontrado un buen bastón con el que apoyarme al caminar, superar los riscos y entender este viaje; un descubrimiento reciente pero que ha calado hondo: Hegel explicado y entendido a través de Bloch.

Es Bloch quien me ha ayudado “con Hegel y a través de Hegel” a entender lo que ya tenía claro de antemano pero me era imposible de concretar, de determinar: la importancia del trabajo como elemento transformador, del dolor como parte necesaria en el desarrollo; la importancia de la capacidad de autocensura, de autocrítica, mediada por el sentimiento utópico (y muy humano) de nunca estar del todo cómodo con lo dado, con lo inmediato: siempre hay algún proceso interno que dilucidar, algo que cambiar, algo que hacer.  Y, quizás lo más importante, saber que en lo pasado se halla la semilla del futuro; que con la ayuda de las experiencias pasadas, el hombre puede encarar su futuro.

 

Y, en mitad del camino mismo, buscando un punto en el horizonte con el que identificarme, di de bruces contra el suelo: caí en el escepticismo político. Es Bloch quien, con su ejemplo, hace que reflexione y vea si es necesario levantarme y buscar aquel lugar acogedor o, por el contrario, quedarme allí tirado y ver como todo se pudre.

La tentativa de Bloch consiste en cargar de futuro al momento presente, en orientar hacia el futuro la posición política; intentando salir de la encerrona que supone el sistema hegeliano. La lógica de Hegel, el pensamiento de Dios antes de crear el mundo, al materializarse sólo le deja una posibilidad a la conciencia: abrir los ojos al mundo descubriendo el fundamento que se halla tras lo fenoménico. El mundo se nos aparece, valga la redundancia, como un cúmulo de fenómenos que la conciencia debe hacer desaparecer para que emane la verdadera realidad racional de la estructura del mundo. La tarea del espíritu es la de la Fenomenología, descubrir los procesos de producción que se esconden tras los fenómenos; descubrir el fundamento de dichos fenómenos, hacer emerger la esencia de estos procesos de producción.

La vida del hombre en el mundo, queda relegada al descubrimiento del plan divino ocultado tras la manifestación fenoménica; un descubrimiento que, cumpliéndolo desde la subjetividad (experiencia de la mismidad) el espíritu podrá volver a reunirse con lo divino (experiencia de la entrega a lo Absoluto).

 

Si el sistema hegeliano negaba el futuro, relegándolo a una reunión con lo divino, el sistema marxista tampoco va mucho más allá, niega el futuro al culminar la historia en la negación de la misma: el comunismo.

Ya sea a la hegeliana, bajando el cielo a la tierra, o a la marxista, subiendo la tierra al cielo, al hombre se le niega toda posibilidad de futuro. Esta aserción de que los dos sistemas vienen a ser lo mismo, provocó la expulsión de Bloch de la R.D.A. Los marxistas científico-positivistas de la R.D.A. tomaban el método dialéctico hegeliano, pero no soportaban comparar ambos sistemas: la economía y los procesos de producción, eran los que condicionaban la cultura y el pensamiento; no podían ver nada de esto en Hegel.

Pero Bloch, haciendo un gran esfuerzo autocrítico, dio cuenta de que el programa del socialismo científico no era más que un positivismo encubierto: tomaban la realidad fenoménica como lo real, tomaban lo inmediato como lo Absoluto, no eran capaces de ver que ambos sistemas (hegeliano y marxista) acababan en lo mismo: la negación del futuro; y es que, su pensamiento abstracto les impedía ver más allá de lo que querían ver.

Por ello Bloch introdujo la utopía como el elemento crítico de la materia dada; el utópico no es un quimérico, no hace castillos en el aire, sino que actúa conforme a un ideal de futuro. Bloch es, a la vez, marxista y antimarxista: comulga con el marxismo pero no está de acuerdo con la positividad[5] del marxismo en la R.D.A.: un marxismo teologizado convertido en religión positiva, negando el futuro al hombre, que sólo puede atenerse a las normas del partido.

La utopía es la crítica constante de lo que se manifiesta que, en tanto que manifestado, no corresponde a la esencia; la utopía consiste en cargar de futuro el momento presente, en hacer que lo manifestado responda, con el máximo arreglo posible, al ideal utópico buscado.

 

Esta capacidad de autocrítica, este insulto en contra de lo positivo, lo dado, lo aparente, lo cadavérico; el ideal utópico se empapa del método dialéctico como reflejo de lo que debería ser y aún no es, como transformador de la realidad para convertir los “aún no” en “ahora sí”, y cuando los “ahora sí” se establezcan, volver a criticarlos con arreglo al ideal y volver a obtener un “aún no”. Y, evidentemente, la utopía es un mecanismo escéptico en el buen sentido de la palabra: no dejando lugar a establecer un “ahora sí” absoluto, dudando constantemente de la manifestación fenoménica de la esencia del ideal.

De esta forma, Bloch introduce la esperanza en la política, la esperanza en la encerrona hegeliano-marxista y la esperanza en mis brazos que pronto me hacen levantar del suelo. Ya en pie, prosigo mi camino con la mochila llena de experiencias y el bastón equilibrando mis cimientos; teniendo claro que pocas cosas van a cambiar pero sabiendo que quizás es mejor pasar la noche en aquel punto del horizonte donde se permite la autocrítica y se evita el maldito bipartidismo. Y ahora ya no excluyo mi pasado, sino que concibo mi futuro a través de las experiencias que recogí en mi antiguo hogar.


[1] Por conciencia nos referimos a:

1.       El sujeto en lo microscópico.

2.       El espíritu en lo macroscópico, la comunidad intersubjetiva.

[2] Esto es verdaderamente importante, es imposible tener experiencia si uno no hace suyo el pasado; si el hombre niega el pasado, que no es más que no querer tener experiencia, se verá lanzado hacia el tropezar más de una vez con la misma piedra. Y lo que es peor, se verá limitado a quedarse siempre en la misma calle, en la misma casa, en el mismo sillón.

[3]¡Y quién sabe si aún me encuentro!

[4] A través, en parte, de la transformación que supuso el trabajo de Medieval III: “Mort i consol”

[5] En el sentido más autoritario del término; es el sentido de la positividad del cristianismo del Hegel de Berna, pero ilustrando el positivismo del marxismo de la R.D.A.

1 comentario:

  1. Mamón...em pendràs la matrícula XD

    Ànims i ves a per la matrícula, collons! Que te la mereixes.

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