jueves, 26 de noviembre de 2009

Una crítica al nacionalismo romántico o querer el postre antes que el entrante.

Estos días se está hablando mucho de nacionalismos, naciones, países, comunidades, estatutos, etc. En el contexto económico actual en el que nos encontramos, este maldito país llamado España ha vuelto a quererse comer el postre antes que el entrante.
No hace mucho, un día enormemente tedioso, puse un canal en el que aparecía un debate en el Parlamento sobre la crisis actual y sus soluciones. Hasta aquí todo bien, cada uno decía su gilipollez pero al menos parecían mostrar interés por la situación del pueblo que los había elegido. Todo el mundo hacía preguntas al ministro de economía y hacienda. De repente, le toca la palabra a Joan Tardà (ERC) y lanza una pregunta un tanto distinta al interés que iba tomando el hemiciclo, le preguntó por la ley que perjudicaría la celebración de fiestas con fuegos artificiales que tan típica es de mi tierra. En ese momento, yo que soy diable, me sonrojé de pura vergüenza; no podía entender como aquél hombre había preguntado eso en ese contexto.

Un diable es una figura típica del festejo veraniego catalán que tira fuegos artificiales enganchados en una especie de maza; normalmente se forman unos grupos de diables y se juntan para tirar fuegos en un pasacalles donde la gente baila debajo del fuego, el correfoc. Supongo que será un legado de las fiestas paganas, no sé muy bien de dónde surge, algún día lo investigaré. Para mí es un orgullo ser un diable cada vez que salgo con el traje ignífugo me siento más apegado a mi tierra y sus costumbres.
Sinceramente, sin dinero no hay fiesta. Pensad que, en muchas ocasiones, los grupos de diables reciben subvenciones de sus ayuntamientos para costear el caro equipo pirotécnico. Pensad que nuestra tradición no deja de ser una fiesta y en tiempos de crisis... las subvenciones para festejos bajan considerablemente, es decir, con menos dinero la calidad del correfoc es menor.
La pregunta de este hombre quería comerse la tarta antes que la sopa; está claro que esa ley nos afecta y que quizás su aplicación era inminente, pero hay otros momentos para hacerlo y no dejar en ridículo a todos los catalanes. Debería haberse planteado en un momento en el que no se tratara el tema de la crisis, ya que le estaban pegando una paliza dialéctica al ministro, exigiéndole medios y acciones, y la pregunta de Tardà dejó respirar al pobre ministro de economía; quizás por eso olvidó un poco el rapapolvo y pensó que, realmente, sólo había recibido cuatro quejas de nada, que todo iba bien. Y así estamos, con el puro y el café antes que el vino.

Sinceramente, vi como me dejaban en ridículo. Vi como ese señor que representaba a mi tierra, me dejaba como alguien más preocupado por la fiesta que por salir de esta situación económica. Si a los catalanes ya nos tienen tirria... pues ¡más madera! A veces pienso que somos un pueblo masoca.

En definitiva, creo que el nacionalismo romántico que se estila hoy en día es, por mucho que pese a los izquierdistas, un producto de la burguesía y un concepto eminentemente exclusivo. El nacionalismo es la antípoda del imperialismo. El nacionalismo desea cercenar la tierra y delimitar sus fronteras, estableciendo claramente una cultura que lo identifique como tal; sabiendo quién y qué no es propio de la nación. El imperialismo es un concepto inclusivo, desea incluir al otro dentro de sus fronteras, quiere comerse al vecino para luego digerirlo y moldearlo a su gusto. El imperialismo que viene defendiendo la mayoría de los defensores del Reino de España, es un imperialismo antropófago, desean comerse al vecino desde el centro para luego digerirlo y hacer de sus heces unas marionetas controladas desde el centro político y económico.

Tanto el discurso del imperialismo o el nacionalismo me parecen igual de absurdos en un momento en el que la mayoría de los jóvenes tenemos problemas para encontrar un trabajo digno; vivimos en un país en el que los estudiantes que finalizan sus estudios se van a otros países, pues allí les cuidan mejor y no les tratan como a unos inútiles sin experiencia. Y ya no sólo por nosotros, que nos costará dios y su madre irnos de casa tal y como están las cosas, sino también por la espeluznante situación económica de muchas familias.
Me parece altamente vanidosa e irresponsable la actitud de los políticos que hemos elegido, que se preocupan más por la definición del concepto de "nación" que por ponerse las pilas, dejar las diferencias a parte, y sacarnos de este embrollo. Ya vendrán tiempos en los que al pueblo, que sufre las consecuencias de las decisiones de arriba, le interesará independizarse o aliarse a un concepto de nación. Primero el pan, luego el libro. ¿O alguien es capaz de pensar o estudiar con hambre?
A todos esos políticos les diría que le preguntaran a todos los que han hechado a la calle en Seat, a ver que les parece la independencia del pueblo catalán o la integridad de España... ya verán por dónde les meten la preguntita.

Eso si, tan sagrada es mi opinión como la contraria. Y debo decir que, en muchos casos, la defensa de un nacionalismo se ha convertido en la nueva esperanza, principal leitmotiv de toda religión, de muchas personas con una peligrosa situación económica; estas personas se apoyan en la defensa del nacionalismo porque, muy a pesar suyo, sólo les queda eso por defender.

En resumen, que los políticos y la gente discutan de lo que les dé la gana... ¡pero en su momento y contexto hombre! ¡Cuando yo tengo hambre lo último que quiero es hablar de política y metafísica! Nótese con esto que acabo de desayunar.

Adéu siau, ¡Visca Catalunya!


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