lunes, 14 de junio de 2010

Escalada en Cabrera de Mar

Las fotos de la escalada se peden ver pinchando el siguiente enlace:
Tras una dura semana de exámenes, convenzo a Oriol para ir a relajar las tensiones en la pared. Se apunta "Pancho" y completamos un trío con ganas de comerse la pared y, especialmente yo, con experimentar de primera mano aquello que en los libros solo se trata desde la distancia del recuerdo.

Cuando empezamos la aproximación hacia la zona de escalada se nota mi sedentarismo en esta época de exámenes y el cansancio del matutino esfuerzo en Correos.

Una vez allí Oriol empieza abriendo un IV mientras yo le aseguro. Después subimos Pancho y yo.

Mi primer contacto con la roca me saca de la aparente seguridad en la reclusión filosófica y me devuelve a la realidad, la lucha, el αγόν. La lucha por persistir, por continuar viviendo y, si se puede, viviendo bien. La roca, yo y toda la confianza en el hombre de abajo que tiene mi vida entre sus manos.

La segunda vía la escalo de primero. Es aquí donde todos tus sentidos se concentran en la acción inmediata y el pensamiento se dispara hacia las posibles consecuencias de un paso en falso. Es en este momento cuando es imprescindible la conexión empática con el hombre que te asegura. En eso Oriol tiene un papel envidiable, sus arengas logran conectarme con la roca, alejar el ininterrumpido ir i venir de mis conexiones sinápticas y fluir hacia el siguiente seguro. Llego a la reunión, que debemos compartir con otro grupo de escaladores, y Oriol me dice que continúe. No lo veo claro. El miedo se ha apoderado de mi y me impide ver las cosas con claridad, no he sabido sobreponerme. Planto una express y desciendo.
Le toca el turno a Pancho, parece "Juan sin miedo" y supera grácilmente el paso donde yo me había quedado encallado minutos antes. Chapa la reunión y desciende.
Es el momento de Oriol, llega al punto en el que se había quedado Pancho y sigue ascendiendo. Llega hasta la última reunión, pasa la cuerda por la argolla y desciende.

Una vez abajo me mira a la cara y entiende que, a pesar de que teníamos prisa, necesito subir por última vez, para continuar con este aprendizaje, con esta lucha que nunca acaba: la doma de mi miedo. Subo y siento. Siento mis manos agarrarse de la cortante roca y mis pies apoyándose en las repisas que van encontrando. Respiro y conecto mis movimientos y mi sentir con la roca. Llego arriba y miro al mar. Un par de veleros se cruzan lejos de la costa. He subido domando el miedo. Desciendo y toco tierra, cuando mis pies tocan el suelo mi tez es totalmente diferente de la que tenía cuando me até el ocho al arnés para empezar a ascender. Siento como algo inefable fluye por mi cuerpo, me siento satisfecho de haber subido a un peñasco. ¿Subir 20 metros es lo que me hace sentir así? No creo. Ha sido, indudablemente, la conexión con la roca a través de mi relajación, aquél proceso que me ha llevado a conocerme un poquito más y a domar mínimamente mi miedo, a controlarme.

Recogemos, bajamos y ponemos rumbo a Barcelona. Nos espera el Palau Blaugrana -por eso teníamos prisa- nos cuelan y vemos los dos últimos cuartos del partido entre Barça y no sé que otro equipo de básket. Mi alma no pertenece a ningún equipo pero, igualmente, disfruto como un crío.

Cuando llego a la cama sé que mi cerebro me ha agradecido el día que le he dado, ávido de nuevas sensaciones para crear nuevas conexiones entre neuronas, lo he logrado sacar de la tediosa reclusión de mi nariz pegada a las páginas de un libro.

4 comentarios:

  1. Òstia, quina enveja que foteu! Bones fotos. Una abraçada nano, disfruta i a rebentar els exàmens que et quedin!

    Enric

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  2. Merci Enggic! Ara a muerte, em queden 3 i cap a Islàndia!!! A veure si et pots escapar de Paris i em vas una visita!! Un petó!

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  3. tio per l'efusivitat del relat sembla que hagis pujat una paret gelada de l'everest

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  4. Jajajaj! Es que tinc por a l'alçada, per això m'agrada escalar: superació en diuen. Everest? Tot arribarà.

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