martes, 23 de marzo de 2010

En la cocina del Moreno, en pleno centro de Crackovia.

Las 11:30 de la mañana, sonando Bon Iver de fondo, y almorzando en una cocina post-soviética. Esta mañana hemos dormido más de la cuenta y, al levantarme, me he metido una buena ostia contra la puerta -una señal divina de algún dios (sin mayúscula) bondadoso o, en su defecto, posiblemente amoral-. Hoy, probablemente, no será una buena idea pasar por Auschwitz. Estos días hemos podido sentir en nuestros órganos la esencia del viaje, la adaptación: los momentos de poca energía se enrocaban con las explosiones más sublimes de felicidad... nosotros, solamente, nos limitábamos a seguir la corriente de nuestras emociones, deslizándonos por ellas como un velero que, pese al tremendo temporal, se mantiene a flote sacudido incansablemente por el poseidónico oleaje. De la sorprendente Worclaw al entrañable Berlín, pasando -de puntillas casi- por el caduco maquillaje nocturno que Praga nos ofreció.

Más detalles y una colección de fotos en la próxima crónica.

2 comentarios:

  1. Vaya manera más bonita de escribir, Pajuelo. Aunque en lo de post-soviético creo que habría sido más correcto soviético, aunque post suena de puta madre. Un abrazo.

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  2. Joder... vaia viatget que t'has fotut no? Berlin, Praga, Breslau...., collons...., el Moreno t'ha acompanyat? Que gore!

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