domingo, 11 de julio de 2010

Un quebrantahuesos violando el espacio aéreo francés















Julio 2010, Quebrantahuesos volando entre el valle de Gavarnie, Francia. Foto tomada desde el Puerto de Bujaruelo, 2270 metros de altitud, España.

Nació entre los riscos que atentamente otea para buscar sustento. Allí creó una familia, y ahora busca cualquier tuétano para poder alimentarlos. La brisa cálida que asciende por las laderas mece sus plumas y lo eleva más allá del valle. Más allá de aquellos peñascos que deja atrás. Desde su privilegiada atalaya puede ver todo un horizonte ante él, todo un mundo lleno de posibilidades y lleno de huesos que romper. Una suerte de cumbres, crestas, simas, cascadas, depresiones e ibones se le presentan delante de su pico. El horizonte se le hace inefable, pese a su imponente capacidad para desplazarse de un valle a otro. Él lo sabe: esa cuenca que recoge la sangre blanca de las escarpadas cumbres, es su lugar. Allí come, da de comer y espeta severas miradas a aquél que intenta inmiscuirse en su lugar destinado a su propia vida. Lugar. Suena bastante mal. Él también lo sabe: lucha por buscar comida, se abre paso entre sus coetáneos (que no congéneres) para poder buscar el lugar donde la vida sea menos dura y ancla raíces con sus afiladas garras al lugar que le proporciona el sustento para seguir siendo. Cuando entreve una sombra alargada en el horizonte lanza sus alas al vacío para intentar detener el avance de aquel ser alado que intenta buscar alimento más allá de su propio lugar destinado a su vida y sustento; quizá porque en el lugar que deja ya no quedan huesos que romper. Definitivamente, lo sabe. Guarda fielmente su lugar de abastecimiento y, una vez hecho suyo, una vez vetado a todos los demás, establece allí su hogar. Es su particular forma de establecer una frontera. Lo sabe. El hombre suele olvidarlo. Al hogar le añade un sustrato cultural inexistente en la forma primigenia del lugar, un aliño forjado más allá de la necesidad. El hombre es el único que puede abstraer, el único que puede prescindir del sustento, del sustrato, condición indispensable para el análisis. Y abstrae. Se olvida del abono que nutre las raíces y que extiende las ramas de aquello a lo que llama cultura. Lanza burdos llantos al cielo clamando hacia un ente arrancado de su realidad, de su res, de aquello material que lo nutría y lo hacía ser tal como era. Y arrancándolo juega con él. Se olvida de que su hogar era, en su esencia, un lugar de alimento y cobijo. Arranca el árbol y crea miles de formas con él. Juega a ser carpintero y, a sus mesas y sillas, les atribuye conceptos muy lejanos a aquél lugar del que se nutrieron, a aquel valle que las mismas manos del carpintero defendían ante cualquier intrusión foránea. El hombre es el único que puede olvidar que su hogar no es más que un lugar de abastecimiento, un silo, del que pretende asegurar su integridad para poder seguir comiendo, para poder seguir dando de comer, para poder seguir siendo. Es entonces cuando surgen los sentimientos nacionalistas llenos de contenido cultural que mantienen entretenida a la mente y vacía a la barriga. Es por ello que muchos movimientos nacionalistas son restauradores: pretenden ahondar entre las ramas secas de aquél árbol que arrancaron para encontrar la tierra con la que volver a llenar, con la que volver a restaurar, su escuálida (¿escuálida?) barriguita. Pero eso ya es agua de otro corral.
El hombre. Un homínido que olvida y, gracias a su defectuosa memoria, puede analizar y aprender. La abstracción es un mecanismo surgido del olvido. Pero esto también son derroteros por los que hoy no me apetece viajar.
Mi nacionalismo. Cuál es mi patria se me pregunta, dónde están mis padres de piedra y tierra. Patria y nación, árboles arrancados de su sino, hogares que olvidan que no son sino un silo. Somos hijos de la abstracción y la metáfora, del olvido y la invención. O el invento, si se quiere. Ando entre perpetuas y níveas contradicciones, soy consciente de ello: pertenezco a un lugar que me da alimento pero no consigue llenarme la barriga, un lugar que no puede tornarse en hogar. Como un quebrantahuesos que deja caer los inertes y blancuzcos huesos hacia las rocas y, una vez estallados, no encuentra tuétano alguno. Así ando yo por esta tierra.
Mis padres de carne y hueso, no aquéllos de piedra y tierra, a los que abrazo, lloro y siento, me brindaron la posibilidad de la metáfora. A ellos, a su carne que se regenera y se pudre les debo mi pequeña patria en el mundo. Ellos me dieron la posibilidad del invento. Me enseñaron a nutrirme de lo indigerible. Y así ando por la vida, con dolores terribles de estómago. Me descubrieron un valle lejano a mi lugar en el cuál, con el paso de los años, he hecho de él mi hogar. Él me da piedras, frío, hierba, polvo, cumbres, sudor, brisa y aliento. Y con ello me alimento. Soberana demostración de la capacidad metafórica del hombre y altiva afirmación de la contradicción sobre la que todo humano que llega al mundo se mueve. Han sido aquellos peñascos los que han guiado mis pasos ante la vida, el lugar que me ha aportado el alimento eminentemente metafórico que me ha permitido ser lo que soy y que me permite luchar año tras año para volver a él siendo algo mejor de lo que era. Es mi Ítaca personal que me guía y a la que nunca, quién sabe si este periplo acabará con el óbito, podré llegar. Arroyos salados se precipitan entre mis mejillas cuando llega el momento de abandonar mi hogar, el hogar que me brindaron y construyeron mis padres; arroyos que, cuando las cumbres desaparecen más allá de la carretera de vuelta a casa, se tornan en torrentes bravíos y estremecedores.
Es cuestión vital, irracional y pasional. Y yo lo sé. Y sé que es contradictorio. No intento adoctrinar mi sentimiento, no intento someterlo al yugo inmisericorde de la razón. Él es libre y se dispara hacia los peñascos cuando las cosas no andan bien entre el hormigón. Lo sé, es eminentemente inventivo, esencialmente metafórico. ¿Y qué? Eso me da la vida, por el mismo hecho de que es vida misma. Por eso mismo, cuando oigo hablar de doctrinas e idearios entremezclados con los sentimientos vitales, me horrorizo. ¿Cómo exponer en un manifiesto un pulso vital? No es cuestión de determinación estatutaria ni de panfletos olvidados tras una manifestación, no es cuestión de mandamientos ni de enumeración de intenciones... ¡es cuestión vital! ¿Qué monstruosidad es esa de exponer en un manifiesto una pulsión evidentemente irracional? ¡Es una salvajada! Puedo entender el nacionalismo como movimiento vital, pasional y restaurado (ya que debe vivirse con la barriga llena, sino no hay sentimiento nacional que valga) pero me asusta aquél intento por racionalizar lo irracionalizable, por intentar acallar a golpe de sección y artículo la inamovible contradicción que guía la vida alrededor del hogar.
¿Cuál es mi patria entonces? Aquello a lo que abrazo, lloro, siento y me alimenta. No aquél hombre de la plana de Lleida con el que, según dicen, compartimos gentilicio, sino aquél amigo que está leyendo esto, mi madre que me trae café y mi padre que se preocupa por mi inminente marcha. Mi hermana que me sigue molestando con su música a todo volumen, mi tía que me regala libros y mi novia que desea retener mi rostro en su memoria. El valle por el que lloro y ardo en deseos de volver a él, mejorándome y mejorándolo. Definitivamente, mi patria no es un árbol seco y arrancado, un nombre abstracto bajo el cuál cobijarse, ni un gentilicio exclusivista. Respeto, en tanto que sentimiento vital, a aquél que siente conexión con la inefabilidad de una comunidad cultural; pero no puedo compartirlo pues, vuelve a aparecer lo vital, no lo siento. Si no siento conexión alguna con el adjetivo sustantivado bajo el que muchas proclamas se cobijan, la humanidad, ¿cómo voy a sentirlo bajo un ente abstracto con el que me tratan de controlar, seleccionar y clasificar? El gentilicio es sólo una forma de control, una etiqueta que excluye el esfuerzo por ahondar en la complejidad del sentir humano.
Aquella misma forma de control que prefiere el eixample barcelonés al sendero escarpado y escondido del monte. En la montaña el ojo debe acostumbrarse al dinamismo mismo de la vida, el pensamiento debe esforzarse por encontrar un camino y perseverar en él. Entre las calles de una ciudad, las categorías y las etiquetas, vuelven vago al ojo y el pensamiento se desvanece entre las calles perpendiculares. Por eso la filosofía prefiere el bosque, donde debe decidirse entre todos los caminos posibles, buscar buscándose. En la ciudad suele estar ya todo buscado. Supongo que, por ello, ciudades como Praga, con aquéllas calles que se cruzan circular y elípticamente, y las barracas de las afueras de cualquier ciudad, suelen generar buenos ojos. Pero bueno, esto también es un sendero por el que no tengo ganas de seguir caminando. Alguno se puede esperar un cierre o un fin adecuado a toda esta diarrea de pensamientos. Hoy no toca. Hoy me reservo el derecho a la vida misma, donde ni todo acaba ni todo empieza nunca. Y no, esto no es un cierre.

miércoles, 16 de junio de 2010

Los límites del género

¿Sirven de algo los límites entre géneros literarios? ¿Es el límite inocuo u oculta una forma de poder tras de sí?

Reflexiones sobre el concepto de historia y sus límites de la mano de Heródoto y Tucídides pinchando el siguiente enlace:


Las palabras en griego y en latín que salen en el texto:

  • πάθος --> pathos, el sufrimiento, el sentir, lo volitivo y sentimental en el hombre
  • λόγος --> lógos, la razón, lo racional y lógico en el hombre
  • κόσμος --> kósmos, el universo siempre ordenado de los griegos
  • Θάνατος --> thánatos, la muerte dulce y sosegada
  • Keres --> la muerte violenta y sangrienta
  • ἴδιον --> idion, lo propio en el ámbito humano
  • κοινόν --> koinón, lo común en el ámbito humano
  • μῦθος --> mithos, el mito
  • ἀλήθεια --> aletheia, la verdad, el desvelo de lo aparente
  • ἦθος --> ethos, el carácter
  • παιδεια --> paideia, se podría traducir por algo así como cultura o educación
  • ars gratia artis --> el arte por el arte
  • pater historiae --> padre de la historia
  • ante rem --> antes de la cosa, lo puesto antes de que la cosa se dé
Me ha acompañado, cómo no, Sigur Rós con "Salka":

martes, 15 de junio de 2010

"Siempre fue así" y "Todo está por venir"

El texto que enlazo es una reflexión sobre el concepto homérico de Ítaca y sus implicaciones en el acontecer humano. Sazonado con el sabor imborrable que las clases de Josep Manuel Udina me han dejado al largo de la vida. Cabe decir que no ha sido en sus clases dónde he exprimido las mejores lecciones de su presencia, sino en las relaciones "extra-magistrales": en el bar, en el restaurante y por los pasillos de la Facultad. Ha sido un buen profesor, uno de los mejores. Aunque, por encima de todo, ha sido un hombre y ha tratado a sus alumnos como humanos. Algo envidiable en los tiempos que corren.

"Siempre fue así" y "Todo está por venir"

Gracias a la recomendación de un buen amigo, traduco las palabrejas que salen en griego en este texto:

  • υσμός --> hrismós, el ritmo, el orden interno de lo dado en la poesía, en el mundo, etc.
  • ράβδος --> rabdos, el bastón que el rapsoda utilizaba para marcar el verso golpeándolo contra el suelo.
  • ἴδιοv --> idion, en el ámbito humano, lo idiota, lo propio
  • κοινόν --> koinón, en el ámbito humano, lo común
  • κόσμος --> kósmos, el universo siempre ordenado de los griegos
  • λογός --> logós, el orden interno que gobierna a lo dado: al discurso, al mundo, a la vida comunal. Para mí tiene mucho que ver con el hrismós.
  • Δική --> diké, la justicia como garante del orden universal.
  • νόστος --> nóstos, el retorno

lunes, 14 de junio de 2010

Escalada en Cabrera de Mar

Las fotos de la escalada se peden ver pinchando el siguiente enlace:
Tras una dura semana de exámenes, convenzo a Oriol para ir a relajar las tensiones en la pared. Se apunta "Pancho" y completamos un trío con ganas de comerse la pared y, especialmente yo, con experimentar de primera mano aquello que en los libros solo se trata desde la distancia del recuerdo.

Cuando empezamos la aproximación hacia la zona de escalada se nota mi sedentarismo en esta época de exámenes y el cansancio del matutino esfuerzo en Correos.

Una vez allí Oriol empieza abriendo un IV mientras yo le aseguro. Después subimos Pancho y yo.

Mi primer contacto con la roca me saca de la aparente seguridad en la reclusión filosófica y me devuelve a la realidad, la lucha, el αγόν. La lucha por persistir, por continuar viviendo y, si se puede, viviendo bien. La roca, yo y toda la confianza en el hombre de abajo que tiene mi vida entre sus manos.

La segunda vía la escalo de primero. Es aquí donde todos tus sentidos se concentran en la acción inmediata y el pensamiento se dispara hacia las posibles consecuencias de un paso en falso. Es en este momento cuando es imprescindible la conexión empática con el hombre que te asegura. En eso Oriol tiene un papel envidiable, sus arengas logran conectarme con la roca, alejar el ininterrumpido ir i venir de mis conexiones sinápticas y fluir hacia el siguiente seguro. Llego a la reunión, que debemos compartir con otro grupo de escaladores, y Oriol me dice que continúe. No lo veo claro. El miedo se ha apoderado de mi y me impide ver las cosas con claridad, no he sabido sobreponerme. Planto una express y desciendo.
Le toca el turno a Pancho, parece "Juan sin miedo" y supera grácilmente el paso donde yo me había quedado encallado minutos antes. Chapa la reunión y desciende.
Es el momento de Oriol, llega al punto en el que se había quedado Pancho y sigue ascendiendo. Llega hasta la última reunión, pasa la cuerda por la argolla y desciende.

Una vez abajo me mira a la cara y entiende que, a pesar de que teníamos prisa, necesito subir por última vez, para continuar con este aprendizaje, con esta lucha que nunca acaba: la doma de mi miedo. Subo y siento. Siento mis manos agarrarse de la cortante roca y mis pies apoyándose en las repisas que van encontrando. Respiro y conecto mis movimientos y mi sentir con la roca. Llego arriba y miro al mar. Un par de veleros se cruzan lejos de la costa. He subido domando el miedo. Desciendo y toco tierra, cuando mis pies tocan el suelo mi tez es totalmente diferente de la que tenía cuando me até el ocho al arnés para empezar a ascender. Siento como algo inefable fluye por mi cuerpo, me siento satisfecho de haber subido a un peñasco. ¿Subir 20 metros es lo que me hace sentir así? No creo. Ha sido, indudablemente, la conexión con la roca a través de mi relajación, aquél proceso que me ha llevado a conocerme un poquito más y a domar mínimamente mi miedo, a controlarme.

Recogemos, bajamos y ponemos rumbo a Barcelona. Nos espera el Palau Blaugrana -por eso teníamos prisa- nos cuelan y vemos los dos últimos cuartos del partido entre Barça y no sé que otro equipo de básket. Mi alma no pertenece a ningún equipo pero, igualmente, disfruto como un crío.

Cuando llego a la cama sé que mi cerebro me ha agradecido el día que le he dado, ávido de nuevas sensaciones para crear nuevas conexiones entre neuronas, lo he logrado sacar de la tediosa reclusión de mi nariz pegada a las páginas de un libro.

domingo, 6 de junio de 2010

Filosofía, no serías nada sin la vida

La mezquindad del ser humano no tiene límites. Ya no queda lugar para la empatía ("εν", en el interior de, "πάθος", sufrimiento), εμπαθεια, aquella perdida capacidad de sentir el dolor ajeno en el interior de uno mismo. El interés personal sella herméticamente ese sentimiento que nos hace ser compasivos, compartir el sufrimiento. Ni Nietzsche ni su puta madre. Cuando uno ve a su madre rota de tanto trabajar, si no se le parte el corazón y los trocitos despedazados le suben por la garganta y le impiden el respirar... posiblemente sea un monstruo.

"La filosofía empieza donde acaba la creencia", según Platón. ¡Ja! ¡Yo me meo y me cago en esa aserción! La filosofía, mal que nos pese, no es más que el proceso inductivo parapetado tras la salvaguarda racional de lo deductivo. La filosofía se extrae de un cúmulo de vivencias particulares, personales y referidas al propio ἦθος que caracteriza a cada ser viviente. Lo vivido condiciona irremediablemente lo pensado. Extraer aserciones particulares de lo universal es una quimera, ¿que es lo universal sino la comunidad de vivencias particulares enlazadas tras un concepto abstracto? El ser humano es el animal más engreído de todo este planeta, ¿quién puede extraer juicios particulares de una universalidad que se le antoja inefable? El hombre, cuando desea ser deductivo, sólo recoge las migas de todo ese pan universal. En la panadería del conocimiento, lo único que hace es escoger las migas de aquellos panes que se acercan más a aquél sentido que él mismo ha dado previamente a su vivencia. Vivir y escoger. La filosofía se reduce a eso. La vivencia, tamizada por el sentido que le otorgamos, no deja de ser aquello que nosotros creemos que es; la filosofía empieza cuando se da sentido a la vivencia.
Nietzsche. Su madre era lo que era y sus amigos le hicieron lo que le hicieron. ¡Qué iba a decir él de aquella compasión tan religiosa!
Platón. Grecia estaba educada desde la creencia en un panteón que dotaba de sentido a lo vivido, un panteón que ahogaba la necesidad de aquellos hombres que ansiaban conocer las leyes internas de lo dado. Deseaban conocer aquella μοῖρα que se les presentaba como algo inefable, sólo los oráculos les remitían información siempre ambigua, contraria a la pretensión ática de desentrañar la verdadera ley que rige el acontecer. Jenófanes, Solón y luego Platón. ¡Qué iban a decir de lo creído! Necesitaban saber lo que para ellos era el verdadero ritmo interno del κόσμος, un conocimiento lejano a la ambigüedad délfica.

Y yo. Mi madre ha sido el fulcro de mi vida. Mi padre ha sido la figura de la seriedad, el trabajo, el rigor, el esfuerzo y la constancia. ¿Valores burgueses? ¡Iros a la mierda! Los valores de un chaval que hubo de emigrar con su padre a Alemania para poder comer. He recibido de ambos distintas influencias que, no por ello, dejan de ser complementarias. Aunque, y que los psicólogos y los aficionados al culebrón freudiano digan lo que quieran, prevalece en mi el ἦθος recibido de mi madre: la actitud vivencial, pasional, dejándose el aliento en aquello que le da alas para abrazar a la vida.
Y lo sé. Todas las aserciones, todas las valoraciones del universo, las hago en virtud de lo que he vivido y lo que me han enseñado. La filosofía no es algo dogmático y cerrado, es una postura particular referida a un contexto siempre personal. ¿La opción contraria? La postura contraria está sometida a vivencias lejanas a nuestra experiencia, por lo que si queremos criticar la filosofía que se extrae de aquella vivencia lejana debemos vivir la misma experiencia de dónde surge, y esto no es siempre posible. Es aquí dónde entra en juego la empatía, ponerse en el lugar del otro. No de su postura, de su filosofía, pues sólo es un producto final, sino en la vivencia que da forma y contenido a ese producto. Sólo así podremos saber si en ese salto de lo vivido a lo pensado se ha abusado de lo inductivo o si por el contrario, abusando de lo deductivo, se ha tomado a lo vivencial como lo universal.

En este punto surge el tema de la tolerancia. Considero que, en los extremos, ésta es imposible. No podemos tolerar aquello que niega el sentido que hemos dado a lo vivido, esto rompería de raíz nuestra estructura vital. No estoy hablando de dogmatismo. La empatía ayuda entender la postura del otro a relajar las tensiones entre las diferencias y dejar fluir la curiosidad infantil que caracteriza el conocimiento. Ésta puede ayudarnos a relativizar nuestra postura y a bajarla del pedestal donde la solemos colocar, para limpiar el polvoriento mármol sobre el que la teníamos puesta. Ese busto marmóreo forjado con lo que pensamos y lo que creemos que nos pertenece. Y, mientras limpiamos el pedestal, a nuestro busto vivencial le da tiempo para darse cuenta, en el suelo apoyado, de que no es ni la definitva, ni la mejor obra vital jamás hecha. La empatía deja lugar a la modestia, que mal entendida pasa a ser un simple mecanismo decoroso, pero jamás debería dar paso a una tolerancia ante rem. La crítica, siempre relajada y respetuosa, hacia lo que nos rodea, nos permite vivir con la convicción de lo vivido; eso sí, teniendo en cuenta que una nueva experiencia puede dar al traste con todo ese tinglado inductivo que nos hemos montado. La crítica debe ser siempre respetuosa, pues jamás sabes cuando vas a vivir aquello que ha llevado a forjación de las posturas que crees enemigas y tampoco sabes cuál va a ser tu dotación de sentido a esa determinada vivencia. Es importante aquí, de nuevo, la εμπαθεια, empatía, es el mecanismo que permite un simulacro, siempre limitado a las condiciones de lo reproducido -lo vivido en segundo término-, ante el cuál podemos hacernos una idea de nuestra posible postura ante aquella vivencia lejana.

Una vez más, todo esto es y no es. Estas aserciones están extraídas del sino de mi vivencia. Hoy son las que son y mañana pueden cambiar de rumbo totalmente. La plasticidad es una virtud importante ante la vida, díselo a los políticos...

Otra vez la misma canción, me está dando duro:

sábado, 5 de junio de 2010

Pause

Una temporada atípica de exámenes: me ha dado tiempo para cortarme el pelo y afeitarme la barba. Algo insólito. Y es que el espacio entre exámen y exámen hace que me tome esta lucha de un modo más relajado.
Suerte, τυχή, μοῖρα, destino o cómo se llame, no importa. Uno puede llegar a sentirse muy afortunado cuando sale de trabajar y tiene la posibilidad de mirar al cielo y sonreír. ¿Conformismo? No creo. La sonrisa que llena mis labios al salir de trabajar no tiene nada que ver con mis proyectos realizados o frustrados.
Caminar lentamente, dejar todo dentro de ti reposar, no pensar demasiado en nada y seguir caminando, paso tras paso, en dirección a casa. ¿Qué hay de glorioso en todo esto? Absolutamente nada. Y, sin embargo, sonrío.
¿De dónde surge la satisfacción? De la destrucción de esta misma pregunta. Dejar que todo tome su sitio y dejar acalladas, por un momento, las preguntas que zumban en el interior; y todo para lograr esa paz calmada entre el ἀγών característico de esta temporada académica. Suspender la acción entre los momentos sangrientos del combate, retirarse hacia el interior para coger inercia y golpear violentamente aquellos muros argumentativos que entorpecen el caminar.

martes, 11 de mayo de 2010

Madre, en serio, lo estoy intentando

Tenía una foto de ella en la primera página de su lista de tareas. Durante años la había guardado en su cartera. El paso del tiempo y el olvido habían dado un toque amarillento al satinado papel. Ella sonreía. La foto debería ser de poco antes o poco después del comienzo de lo que, él no podía verlo de otra manera, era un soberano desastre. Ella aún conservaba su madura belleza en aquél retrato: su tez bronceada y sus mejillas surcadas por aquélla arruga que, cual meridiano, daba fe de la sonrisa tras la que guardaba una vida llena de dolor, sumisión y desprecio. Tenía el mentón demasiado pegado al pecho y sus ojos trataban de luchar contra la timidez, alzando la mirada con un gracioso arqueo de sus cejas. Una mujer, una vida. ¿Inocencia? Uno debía tener el corazón demasiado metálico como para extraer algún ápice de inocencia de aquél arrugado papel. El desprecio, unido a la gran capacidad para soportar el sufrimiento de aquella mujer, la habían lanzado hacia lo que, él insistía, un fatal desatino. Él no podía entenderlo, pero asentía: su agonía era una catarsis, una purga destinada a eliminar todas las dudas que, por aquí y por allá, todo el mundo había puesto en sus capacidades. Seguramente muchos se estarían aprovechando, como durante toda su vida, de aquella heroica purificación. Seguro. Lo había hablado demasiadas veces con ella. No había solución. Era su programa de vida: alcanzar el honor desde el desprecio. Algo que, aunque él pensaba que tenía una buena vida, jamás había logrado construir. Aquella mujer con su deteriorado cuerpecito, guardaba en su sino una fuerza que a él le parecía inalcanzable: el orgullo. Aquél pundonor que, por el sometimiento a juicio con el que hostigaba constantemente sus despertares, se tornaba en inalcanzable; él se veía inmerso en un halo de escepticismo y relativismo, mientras ella se levantaba día tras día con la convicción inquebrantable de su proyecto vital: honor y gloria. Él, que estudiaba a los clásicos, era un desquiciado moderno, cuestionando incansablemente su quehacer, sin lograr alcanzar nada. Ella, que dormía pensando en combinaciones de ingredientes y pasaba el día entre ollas y paellas, encarnaba fielmente la figura del héroe clásico. Ella y su envejecida pose. Cuánto había cambiado ella... su sueño de gloria la había llevado a una vejez prematura, lejana de aquella madura juventud que colmaba la fotografía que él sostenía entre sus manos. Miraba la lista de tareas y todo le parecía vano e inservible: lecturas de autores modernos que charlaban sobre la apariencia, medievalistas que ahogaban sus penas en discusiones sobre los universales... giraba la vista y allí encontraba los libros de London, de orientación, de alpinismo, de Mann, de supervivencia, de Homero, de aventura y de viajes a los confines de las antípodas. ¿Qué hago yo aquí? Se preguntaba. ¿Era su madre más consecuente que él con su proyecto de vida? ¿Qué hacía él estudiando todos aquellos tomos de filosofía cuando soñaba con retozarse entre los frescos picos de las montañas? Observando el raudo cabalgar de las nubes entre los collados, inhalando el aire necesario para dar el siguiente paso y tumbándose en los verdes prados mientras observaba aquellos picos que alcanzaría al amanecer. ¿Qué cojones hacía él allí?

Y, sin embargo, sabía que debía acabar con lo que había empezado. Era la lección que su madre, en las excursiones hacia los altos picos del Pirineo y en su quehacer diario entre su proyecto vital, le había inculcado. En la montaña, lo que uno no acaba, queda irremediablemente brindado a la voluntad de las cordilleras: a sus ríos, a sus vientos, a sus largas noches y a sus inevitables cambios de humor. Exactamente lo mismo sucedía en la vida entre el cemento. Sujetaba la fotografía de su madre con fuerza. Miró el listín de tareas y se imaginó a su madre que, mientras él se decidía diariamente entre la acción y la pasividad, en ese preciso instante ella debería estar sudando entre las idas y venidas en una cocina demasiado pequeña para su fuerza y creatividad. Y él, allí. Parado. Frente al vivo retrato de la convicción, el temple y el trabajo. Sin, duda amigos íntimos del honor y el éxito. Decidió aparcar sus sueños en las cumbres y se puso a acabar de una puta vez lo que había empezado, aquella pesada cadena que le dejaba preso entre el cemento.

lunes, 10 de mayo de 2010

Un buen νόστος [Un buen regreso]

He hecho una especie de relato, una amalgama entre mis días de hospital, la cercanía de Θάνατος, la muerte, y cuatro cosillas más. Quien lo quiera leer, lo puede encontrar aquí. Es un enlace a Google Docs.


Música que me ha acompañado:

Explosions in the Sky, "The Earth is not a cold death place" (el disco entero)


Love of Lesbian, "Segundo Asalto"

domingo, 2 de mayo de 2010

Taciturnidad dominical y clásicos en vena

Supongo que el brillo que abraza a nuestros ojos cuando un clásico nos sorprende no es un hecho baladí. Es allí, en aquellas líneas que volvemos a releer, donde se plasma con arquitectónicas concatenaciones de vocablos aquello que ansiábamos transmitir y que, a pesar de nuestro esfuerzo, sólo lográbamos proferir con algún sonido gutural ante aquél doloroso e inefable: "¿Qué te pasa?"

Es posible que ya esté todo dicho, es posible que sólo se trate de saber dónde y cómo se ha dicho. Cuando por fortuna o recomendación, nuestras yemas logran despertar de su polvoriento letargo aquella página, como si de una marioneta se tratase, la disecada tinta vuelve a la vida. Marioneta? Sin duda. Pero, ¿quién mueve los hilos? ¿El autor o el lector? Alego mi derecho dominical a dejar las preguntas retóricas en su misma esencia: con una camaleónica respuesta que es pregunta, con una carnavalesca respuesta que se cree pregunta.
La letra adormecida entre los mantos de papel de aquello a lo que llaman libro depende, como las inertes marionetas, de los dedos interesados y volátiles del hombre que las devuelve a la vida. Y con estas dos líneas acabo de verter mi aliento hacia el lecho rocoso, cosas de humanos.

Esta taciturnidad de domingo quizá me ha llevado demasiado lejos: la gracia del funambulista es hacer equilibrios entre la vida y la muerte, las preguntas y las respuestas, la contención y el desbordamiento... una sola decisión entre ambas, una sola preferencia, y el funambulista cae irremediablemente hacia el vacío que, inexplicablemente, acaba en un valle lleno de roca y arena.

Los caracteres tipográficos esperan ávidamente su desvelo, aquella mano que les permita volver a respirar. El autor encerró cada letra en una extensión de una homogénea y artificial rugosidad, las palabras fueron privadas del aliento y de su hogar: la humedad propia de los confines más septentrionales del ser humano.

El goce de lograr encontrar mejores preguntas -las respuestas son propias de la dogmática algo que difícilmente casa con la supuesta ambigüedad de la literatura- está construido encima del sufrimiento de la letra. Aquí no hay lugar para los eufemismos: la vida es una jodida crueldad. El autor encierra su creatividad, hija primogénita de la libertad, entre el yermo espacio que separa a cada página, manchada con el arma homicida: la tinta. La íntima y ocultada propiedad de la vida, el padecimiento, queda reflejada en ese encarcelamiento de lo oral en las jaulas de lo escrito. Y, gracias a este acto de vileza tipográfica, el hombre puede disfrutar, en calmada lectura dominical de aquello que en otro tiempo discurría inevitablemente entre el contacto entre humanos. Palabra escrita, diálogo textual... un compendio de contradicciones, un oxímoron, sin más. De la charla animada del ágora a la hiriente soledad en una oscura buhardilla de una ciudad de cemento, sosteniendo un libro que pretende trocar la voz solemne del autor por una extraña voz que resuena en las cavernas de mi cráneo.

Lamentablemente, no puedo tomar un buen vaso de vino con Heródoto, ni con London, ni Hesse, ni Thoreau, ni con Kerouac... no puedo charlar alocadamente con esos grandes viajeros, ni puedo invitarlos a una copa de buena ginebra, hasta vaciar la billetera de papel, hasta caer redondos en el suelo... y reír y llorar abrazados entre helados lamparones de alcohol. No puedo. He aquí el verdugo que se esconde tras cada escritor, un verdugo que no es más que un pequeño suicida: mata la letra, matándose a sí mismo, para poder dialogar con un porvenir que ansía hacer eterno, para poder plasmar lo que ha vivido, recorrido y sentido. Sobretodo, sentido.
Debemos dar las gracias por tremenda salvajada, más allá de que el diálogo a través del texto sea una colosal contradicción, el exterminio de lo oral posibilita un contacto cuasi cósmico: entre vivos y muertos. Y así se completa y se respeta el ciclo de la existencia: vida sobre muerte, diálogo entre moribundos; un placer en el dolor que no es masoquismo, sino un lúcido y consecuente realismo.

Jugueteando con el sempiterno girar del reloj, mis ojos hoy han pasado entre letra muerta, y he podido sentir como la tinta me abrazaba con un cariñoso júbilo en su despertar. Un tierno enlace que preparaba las más amargas vueltas en ese reloj que, como era de esperar , coincidían con el ocaso.
El curioso viajero de Halicarnaso ha logrado abrir en canal lo que ya sabía de antemano para mostrarme mis fétidas vísceras bajo una nueva luz: que somos lo que hacemos; en otras palabras, que somos lo que hemos hecho. Una aseveración propia de una sociedad regida bajo un tiempo cíclico, donde el futuro no importa tanto como el pasado, donde el pasado conforma el presente y es la materia prima con la que se construye un futuro. Un futuro que ya viene construido de antemano, por un pasado anegado de esforzado sudor.

En efecto, una aseveración bien distinta de aquella en la que se dice que somos lo que proyectamos, una definición más propia de las sociedades con un tiempo marcado por la linealidad de los acontecimientos, donde importa más lo que se encontrará en el siguiente páramo que no lo que se encontró en aquél valle, ya dejado atrás hace tiempo. Algo propio del nomadismo.

A mi estómago y a mi nos parece más apetecible, aunque más dolorosa, la opción de Heródoto que, al fin y al cabo, es la opción del griego clásico. Si somos lo que hemos hecho, si nuestra esencia es inseparable de nuestra vetusta existencia, ¿qué ocurre con la esperanza? ¿Qué podemos esperar del futuro? Traicionando a Heródoto y a sus congéneres voy a prescindir, por antojo dominical, de la figura del destino. Dicho esto, cabe decir que en el futuro no hallaremos nada nuevo que no hayamos sufrido, sudado y engendrado en el pasado. La esperanza de Heródoto es una proyección hacia delante, hacia el futuro, pero con la inestimable carga de las acciones pasadas. Un carácter suficientemente lejano de aquella esperanza del nomadismo judaico que vertebra todo el semitismo y su esperanza mesiánica. De hecho, los judíos se empiezan a interesar por sus hechos pasados cuando entran en contacto con la koiné, con la lengua que vertebra todo el helenismo y con su, tan característico, presente resultativo: soy, por el resultado de mis acciones en el pasado.

Y ahora viene la sangre, cuando el cariñoso abrazo tipográfico se torna en yugo. Absteniéndonos de la figura del destino hemos caído en las garras de la responsabilidad: el destino era la figura que utilizaban los griegos para eludir, con increíble belleza, las martilleantes preguntas que afectan a todo actuar humano. Si la situación presente era ahogante, siempre podían recurrir a la salida del destino y los designios divinos; apartándolos, nos encontramos con que, dicho ahogo, es nuestra responsabilidad, es decir -muy semíticamente-, es culpa nuestra.

Más allá de que esta taciturnidad, esta asfixiante calor, pueda ser culpa mía, se levanta entre la obstrucción de mi garganta una lápida que reza: "Eres lo que has hecho". Es la responsabilidad que golpea mi sien y que me recuerda que cada día es un paso más hacia la construcción de aquello a lo que llaman ser, que cada hora que pasa es una hora menos de existencia, una columna menos en este imponente proyecto arquitectónico con fecha de caducidad y entrega: la vida.

NACHO VEGAS, "LAS INMENSAS PREGUNTAS" --> http://www.youtube.com/watch?v=FIcek86Tq9Y

domingo, 4 de abril de 2010

Cabeza, corazón e interés, mucho interés. [Desquite necesario en unos días en los que Ratzinger sale hablando por la tele]

Hoy, antes de desayunar (poner punto y final al ayuno nocturno) voy a descargar este quiste de rabia que he ido acumulando en estos días de Semana Santa, de misterio pascual. Allá vamos:

El hombre no puede vivir sin Ley, no ve en la ausencia de legalismo una pureza del concepto sino una ausencia peligrosa de forma. De la crítica profética al establecimiento de la monarquía davídica, del amor entorno al ágape a la necesidad de volver a un legalismo al más puro estilo judío. Todo lo que era contacto directo con Dios, se torna en contacto mediado a través de la monarquía; todo lo que era amor fraternal y libre, se torna en un amor mediado por lo que "el cristiano debe de ser"; y, no podía faltar, los perseguidos se convirtieron en los perseguidores.

El Vaticano dice ser el continuador en una línea de sucesión apostólica que baja directamente hasta Pedro; con ello, la Iglesia Católica se erige como sucesora y guardiana de los valores que el Cristo transmitió a Pedro. ¡Pobres católicos! Pedro fue un pobre judeocristiano sometido a las órdenes de Santiago, el impasible apóstol que no quiso abandonar la Ley.
Poniéndonos demagogos, podemos decir que la Iglesia Católica contiene en su sino la incomprensión del mensaje salvífico del Cristo: el paso de la muerte a la resurrección, el paso del ahogo de la Ley a la libertad del amor, el paso de un Dios aparentemente separado de su creación a un Dios que desciende para hacerse comprender. Y, como siempre pasa con lo humano, todo se procesa, se fermenta y la obra sale por el tubo de escape, por el ano: la libertad se torna en yugo, el Dios que se hace hombre se aparta de la humanidad tornando al Cristo en Pantocrátor, el acto amoroso del ágape se convierte en un acto de obligación para dar cuenta de la reiterada conexión con el misterio pascual.

Si el cristianismo es una contradicción entre lo que la mente me ordena y el corazón me suplica, el catolicismo es la amarga expresión de la naturaleza humana: la conservación de su antiguo legado -el respeto a las tradiciones- a través de su destrucción, digestión y excreción.

Por otro lado, sacando la siempre recurrente opción pseudo-marxista por la crítica a las estructuras de poder, debemos recordar que la Iglesia Católica toma el poder en Roma: se legaliza, se oficializa y se erige como la única opción posible.
¿Cómo cojones sucede esto? Entre muchas otras cosas que los eruditos de la temática os pueden explicar mucho mejor, hay una especialmente interesante: la Iglesia cristiana se convirtió, dentro del Imperio Romano, en un Estado espiritual dentro del Estado legal Romano. Su organización interna y su confraternidad llamaron la atención a muchos romanos: tenían una especie de seguridad social para sus miembros, solía dar cabida a los pobres y desheredados, el sentimiento de protección dentro de una comunidad era mucho mayor que la soledad que otorgaba el cosmopolitismo y eclectismo imperial. Al fin y al cabo, el hombre necesita manejar su existencia con unas normas de pertenencia sencillas y claras, necesita vivir en grupo y conectarse espiritual y pasionalmente con dicho grupo. De ahí el gran poder de los nacionalismos, de las sectas, de los partidos (nunca son enteros) políticos, etc. El cosmopolitismo da miedo, el hombre suele conservar aquél instinto básico del neolítico: que lo ataba a seguir apegado en su unidad familiar, pues el contacto con otros grupos traía más problemas que beneficios. Evidentemente, cuando estos contactos se hicieron por interés, por comercio, la cosa marchó muy bien.
Nota a los internacionalistas humanitarios o cualquier patraña hippie: el contacto entre culturas se lleva a cabo por aquella fórmula tan humana -luego, tan religiosa, tan política, etc.- que es el do ut des, doy para que me des. El contacto con otras culturas, al menos en su primer momento, se ejecuta desde la pulsión del comercio. Al principio, lo que lleva al hombre a salir de su cueva para ir a buscar otros grupos es, eminentemente, el interés interesado en el beneficio del comercio.
Retomando la cuestión, la iglesia cristiana no sólo llamó la atención a los pobres, a los mutilados, a los desheredados... también llamó la atención a más de un alto cargo del ejército y del senado. Estos hombres, ávidos de poder, veían en la estructura de dicha iglesia una posibilidad para saciar su sed de poder, un manjar que el Imperio cada vez ponía menos sobre la mesa: la estructura de la Iglesia ofreció la oportunidad de alcanzar la gloria cuando el poder del senado había venido terriblemente a menos ante el emperador. Al final, el Imperio Romano se encontró con un movimiento al que pertenecían tanto los estratos más bajos de Roma como sus individuos más poderosos. En este punto, la fórmula de "si no puedes luchar contra ello, únete" acabó triunfando.

En fin, con la barriga aún vacía y deseosa de comerse esos cereales matutinos y ese café de cafetera italiana que deja impregnada los azulejos de la cocina con un entrañable aroma a hogar, pongo punto y final a este desquite. Puedo aceptar el cristianismo, pero jamás aceptaré las contradicciones con sus principios que, entre ellos, el catolicismo representa: no veo en el Vaticano ese amor fraternal del ágape, no veo en el Vaticano la libertad que Pablo predicaba, no entiendo por qué el Vaticano necesita tener riquezas.
Y es que, al fin y al cabo, el Vaticano viene a representar lo que Unamuno ya apuntó: que el hombre cristiano vive a caballo entre la realidad mundana y la promesa celestial; mientras, muchos aprovechan para beneficiarse lo más posible, no vaya a ser que aquello de la promesa celestial sea eso, una promesa.

El Vaticano, como institución espiritual, no necesita tener riqueza alguna; ahora, como institución estatal y jurisdiccional, heredera de las ambiciones políticas de su época romana, necesita -como todo Estado- tener unas arcas repletas de oro y de una guardia armada. Y digo yo, ¿qué pasaría si Pablo viera todo esto? ¿Volvería a tomar la espada y perseguiría a los que se han tornado en legalistas o se apuntaría al carro? Que un crío de 23 años se decante por la segunda opción es un posible reflejo del mundo actual: decadente, opiáceo y neo-apocalítico.

PS: Amén.
PS2: Ratzinger no es el Papa, es el Presidente Vigente y Poderoso del Estado Vaticano, que celebra sus elecciones -muy macabros ellos- cuando el Presidente estira la pata o, en su defecto, cuando le obligan a vestir el pijama de pino.

martes, 23 de marzo de 2010

En la cocina del Moreno, en pleno centro de Crackovia.

Las 11:30 de la mañana, sonando Bon Iver de fondo, y almorzando en una cocina post-soviética. Esta mañana hemos dormido más de la cuenta y, al levantarme, me he metido una buena ostia contra la puerta -una señal divina de algún dios (sin mayúscula) bondadoso o, en su defecto, posiblemente amoral-. Hoy, probablemente, no será una buena idea pasar por Auschwitz. Estos días hemos podido sentir en nuestros órganos la esencia del viaje, la adaptación: los momentos de poca energía se enrocaban con las explosiones más sublimes de felicidad... nosotros, solamente, nos limitábamos a seguir la corriente de nuestras emociones, deslizándonos por ellas como un velero que, pese al tremendo temporal, se mantiene a flote sacudido incansablemente por el poseidónico oleaje. De la sorprendente Worclaw al entrañable Berlín, pasando -de puntillas casi- por el caduco maquillaje nocturno que Praga nos ofreció.

Más detalles y una colección de fotos en la próxima crónica.

lunes, 1 de marzo de 2010

Nacho ha vuelto a hacerlo

Otra vez ha sido él. Otra vez, buscando aquello que pueda definir lo que trato de explicar. Otra vez. Él siempre se adelanta. Y lo hace como siempre: desgarrándo, abriéndose paso a cuchillazos y dejándolo todo lleno de sangre, despidiéndose con una sonrisa en sus saciados labios. Y, abierto en canal, me siento explicado y dotado de sentido; y, quizás el racionalista lo tache de paradoja, lo hace desde el sinsentido. Y duele y da placer al mismo tiempo. Y no es masoquismo. Y no hay contradicción posible. Así es la vida. Así es el hombre.


Nacho Vegas, "Stanislavsky"

Me descubro como actor,
bríndenme una ovación.
Lo haga bien o lo haga mal,
prometo hacerlo de verdad.
Hoy me encendí al anochecer,
tendré que limitarme a arder
hasta apagarme,
y después dolerá pensarme así
y no habrá ni un alma aquí.

Pido excusas ante vos
por mi esperma y por mi voz,
y saco brillo a las máscaras
tras las que soy capaz de hablaros,
y buscaré en el interior
algo parecido a un dios,
y seré como un rey
que se olvida de reinar
y aun así sigue siendo rey.

La, la, la ...

Viviré y moriré mil veces bajo estas luces
como un ser en rebelión que contiene multitudes.
Busco el dolor en mí, no, no a mí en el dolor
y empiezo preguntándome cómo, cuándo, dónde y por qué
siento aquí una herida que es mayor,
pero que se ha de volver menor.

La, la, la ...

Lo haga bien o lo haga mal,
ahórrense la ovación.
He prometido la verdad
y me descubro como actor.
Y trato de atisbar el mal,
mi alma espera una señal
que llega a la noche
y se clava agujas de coser
hasta el fondo una, y otra, y otra vez.

La, la, la ...

domingo, 28 de febrero de 2010

Elección y discriminación

Hace tiempo que sigo a Gabriel Albiac, uno de los mejores filósofos que actualmente habitan por nuestras tierras. Su bellísima y pausada dicción atrae tu atención y dificulta la ejecución de otros quehaceres mientras uno escucha su voz. Hoy, buscando alguna entrevista suya por la red, he encontrado dos vídeos muy interesantes.

El primero es una entrevista realizada en Libertad Digital; el segundo es una tertulia filosófica (sobre el estoicismo) con Agapito Maestre, un filósofo, sociólogo y politólogo, discípulo de Habermas.

El esfuerzo que hace Libertad Digital, más allá de la opinión de sus editoriales, por acercar la filosofía a un medio tan degradado como la televisión, me parece envidiable y digno de elogio.

No quiero entrar en debates impropios pero es un error común (sobretodo en opinión política) confundir la parte por el todo; en muchas ocasiones el desacuerdo con un fragmento obliga al personal a tirar todo el texto a la basura. Yo siempre he intentado, aunque se trate de medios distintos a mi opinión, escuchar y entender (que no debe confundirse con compartir) las diversas opiniones, en este caso de un medio de comunicación: Libertad Digital. Si no estoy de acuerdo con buena parte de sus editoriales, eso no me obliga a desechar la apuesta por la cultura que esta cadena (hija legítima de Losantos y César Vidal) ejerce; han logrado crear programas magníficos, como las nocturnas reflexiones de Gabriel Albiac en su programa radiofónico "Después de Todo", un potentísimo programa que entremezclaba la música de los 60, 70, 80 y 90 con la literatura, la poesía y la filosofía. Lamentablemente, Albiac tuvo que abandonar el programa (que se emitía de 1h a 3h de la madrugada) por problemas médicos. Ahora me encuentro con este programa, "Los catedráticos" en el cual Gabriel Albiac y Agapito Maestre llevan a cabo una tertulia sobre un concepto que la audiencia elige: la soledad, la pérdida de identidad, el estoicismo, etc.

Cuando el ser humano no se etiqueta ni se determina en posiciones políticas y dogmáticas ahogantes, puede descubrir cosas bellísimas a su alrededor que, de otro modo, desecharía bajo el "etiquetismo": conservadores, progresistas, izquierdistas, derechistas, etc. Ya he dicho en más de una ocasión que yo pretendo ser un individuo no marcado por esta tendencia (tan humana) clasificadora; es todo un programa de vida. Y, como todo programa, exige una cierta rigurosidad: el individuo que quiere abrir su mente debe estar atento a lo que sucede. Abrir la mente no significa meter todo lo que uno ve en el zurrón, significa elegir con cautela y distinción, dejando de lado las "etiquetas" que confunden dicha elección. Elegir lo que uno quiere hacer suyo es complicado, por eso el hombre se lanza de lleno al "etiquetaje": es mejor zampar lo que tal o cuál medio me dice que tengo que zamparme, así me ahorro el esfuerzo de discriminar la información. Con cautela me he acercado a Libertad Digital y, con discriminación, he alejado sus editoriales y he hecho míos programas como "Después de todo" y "Los catedráticos"; he alejado su opción política y he acercado, una parte, de su opción cultural. Ahí va:




viernes, 26 de febrero de 2010

Reflexiones a raíz de la lectura de unos fragmentos de la Ilíada (I, VI, XVI, XXIV)

He realizado una breve reflexión sobre la lectura de ciertos fragmentos de la Ilíada. Lo podréis encontrar en el siguiente link "Reflexiones sobre la Ilíada. Destino, responsabilidad, maldad, trascendencia e inmanencia"

¿Una sinopsis breve? El hombre actual se enfrenta a las mismas preguntas con las que lidiaba el hombre de antaño, ¿obtiene las mismas respuestas? Hombre os podría responder y evitar el mal trago de leer todo el pegote que he colgado, pero no tengo más ganas de escribir, así que, si queréis saber cómo acaba la cosa, linkazo que te crió.

Música que me ha acompañado en la redacción: For a Minor Reflection, Love of Lesbian.

viernes, 5 de febrero de 2010

Locura en una silla

En estos días de mucho estudio y poco movimiento físico, uno podría pensar que las horas pasan mortecinas en el reloj. No es así. La sorpresa es inherente al estudio, ya sea por la materia estudiada o por los pequeños descubrimientos que se efectúan desde ese estado del estudiante, entre las ganas de sacarse todo de encima y viajar lejos, muy lejos... y la coherencia: la única forma de sacárselo de encima es enfrentándose cara a cara con el problema.

Sin saber muy bien por qué ni cómo, hoy he descubierto un grupo que -creo- me brindará muchos momentos de inspiración y reclusión ensoñada. Tiene claros guiños a "Explosions in the Sky" y "Sigur Rós".

Butterfly Explosion; "Sophia" --> http://www.youtube.com/watch?v=paEixi6_ddE&NR=1

miércoles, 3 de febrero de 2010

Entre la resignación estoica y el fatalismo griego

Hoy, unas dosis de helenismo recibidas a través de la Biblia. Éste es un buen ejemplo del influjo del helenismo estoico en la literatura sapiencial. Un texto que duele y golpea cualquier esperanza, por pequeña que sea, que se halle en nuestro interior. Los primeros compases del Eclesiastés:

Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.
¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?
Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece.
Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta.
El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.
Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.
Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.
¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.
No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.

domingo, 31 de enero de 2010

Sangre, esperanza y futuro.

Hace poco tiempo realicé este trabajo sobre la Generación del 98, es una posible clave de lectura y nada absolutamente definitivo ni apodíctico.

sábado, 30 de enero de 2010

Lección nº 1: bájate los pantalones y podrás alcanzar el éxito

Cuando uno entra en la universidad, sobretodo en carreras de "letras", uno piensa que hay una fraternidad entre las disensiones y un espíritu cercano al consenso. Mierda. A medida que uno va haciendo exámenes, dejándose los cuernos en muchos de ellos, se da cuenta de que al profesor no le interesa lo que tú aprendas sobre tal o cuál período filosófico... lo que le interesa es meterte en tu pequeño e indefenso cerebro su particular visión de dicho período.
Al final, si deseas alcanzar cierto rango en el expediente, no te queda más que ir a la farmacia y hacerte con un buen tarro de vaselina.

Ahí va un ejemplo: A la caza del reino perdido

Este fue un trabajo para la asignatura "Autores Contemporáneos I". Hice un pequeño panorama general del conflicto entre metafísica y la pretensión filosófica propia de finales del s.XIX y principios del XX; hasta aquí todo bien pero... ¿que sucede? Me bajo los pantalones y beso el suelo por dónde ha pisado nuestro "querido" profesor de universidad (¡¿pero quién coño lo metió allí?!) me lanzo a hacer retórica barata a favor del pisoteo que muchos pensadores ejercieron sobre sus propios zapatos, sobre la metafísica... en fin, suerte tenemos de que todos los profesores no sean de la misma índole ni carácter.

[A partir de ahora todos los documentos o escritos grandes los publicaré en un link con Google Docs; pues, si leerlos ya es un coñazo, con el formato estrecho del Blogspot... ¡aún más!]

miércoles, 27 de enero de 2010

La profunda desazón que habita en el pecho.

Se levantó y no la encontró. Llevaba años buscándola. Cuando se rindió, algo se movió en el bolsillo de su pantalón. Contestó.

- ¿Si?
- Tengo una mala noticia.
- ¿Quién coño eres?
- La que buscas.
- ¿Dónde te metes? ¡Llevo años buscándote!
- No te lo puedo decir. Los dos sabemos que, cuando me encuentres, me matarás.
- Evidentemente.

Él sabía que, si seguía así, no lograría hacer volver a aquello que hacía tiempo andaba buscando.

- Mira... llevo tiempo intentando acabar contigo y no lo he conseguido... supongo que podemos plantearnos comenzar de cero.
- A mí no me engañas. Yo me alimento de ti, no puedo vivir sin tu agónica búsqueda de mi misma. Cada día que pasas buscándome y ahogándote en lágrimas con tu sábana... me hace más fuerte. Yo crezco con tu desazón. Tu sin mi puedes continuar viviendo esa vida que no sabes si vivir, yo, sin ti, muero.
- Esto ha llegado demasiado lejos... ya se han dado casos, ¿sabes? Hay mucha gente que convive con los de tu calaña; incluso, familiares tuyos han infundido soplos de creatividad a pensadores y artistas, han podido convivir juntos. ¿Por qué tu y yo no podemos hacerlo?
- Se necesita demasiada templanza y capacidad de sufrimiento por tu parte; si no me controlas puedo acabar matándote y yo... yo moriría contigo.
- Yo siempre he sido demasiado débil... si no... ya haría tiempo que habría acabado contigo.
- Lo sé.
- Demasiado débil para soportar ese dolor innombrable, jamás te he podido definir... contigo he encontrado los límites del lenguaje... no hay palabras para expresar a través de mi boca el dolor que siento en mi pecho y en mi garganta. Yo ya no puedo más.
- No podrás hacerlo, jamás tuviste la suficiente [...]

La conversación se cortó de repente. La gente que pasaba por la calle al principio se apartó. De entre los peatones, destacaron los más valientes o fanfarrones, que empezaron a acercarse. Alguno llamó a la ambulancia. Otros, a sabiendas de que los milagros eran cosa de cuentos, llamaron a la policía. Ocupó una pequeña columna en el periódico del día siguiente.

No tuvo otra elección. Su vida con ella hubiera sido imposible. Era débil. No tuvo la suficiente entereza como para mirar al vacío antes de precipitarse hacia lo inevitable: se tapó los ojos. La encontró entre las baldosas del suelo y, entre la sangre, los huesos y las vísceras esparcidas... ella encontró la muerte. La mató, matándose.

[Hoy ha sido un día de mierda, con una buena mierda de noticia al final]


martes, 26 de enero de 2010

"Melancolía nostálgica en el sol de invierno" o "Crónica de un desgarramiento anunciado (a bombo y platillo)"

Suena el despertador. Las 5:30h de la mañana. Salgo a por el tren ataviado con los útiles típicos del estudiante en época de exámenes: libros, apuntes, caramelos, comida preparada, agua y té en botella de plástico. Encaro mis pasos hacia la estación con la fría y húmeda madrugada sobre mí; en el mp3 suena esa canción que me desgarra las entrañas y me las ofrece de almuerzo. Y me pregunto quién escribió esa letra y si estaba pensando en mí cuando la escribió. Cada compás, cada palabra... la he vivido, soportado y llorado.

En el tren he tenido la inmensa suerte de no encontrarme a nadie conocido. Odio que la gente me hable cuando estoy desgranando una canción. Si el llanto no era del todo cercano, el nudo en la garganta cada vez me estrechaba más el paso del ansiado aliento.

Cuando he llegado a la biblioteca, el Sol, en el cambio de turno, aún intercambiaba palabras de cortesía con la Luna. He leído a hombres que hablan sobre Dios y, desgraciadamente, no lo he visto por ninguna parte; y lo he querido encontrar y sólo he hallado las entrañas que engullí en el almuerzo.

He salido a ver el Sol, y el caótico paisaje que iluminaba, desde el techo de la biblioteca; he vuelto a escuchar la canción. No he visto a Dios, he visto a mis podridas entrañas y mi llanto ahogado en la vergüenza; he querido y no he podido.

He gemido de dolor, gemido. No he gritado. El gemido esconde un dolor más profundo que el grito; al grito le quedan fuerzas para la esperanza, el gemido se ahoga en su desazón. El grito se acalla con el llanto, el gemido se desvanece con la muerte. Es el legado vitalicio que nos dejan los contactos sangrientos con nuestros allegados: queridos, heridos e hirientes.

Mañana: sangre. Cómo cada día que el Sol despunta en el horizonte. Ya me lo dijo Job...

Love Of Lesbian & Zahara; "Domingo Astromántico" --> http://www.youtube.com/watch?v=KFRygg5QYXA&feature=related


domingo, 24 de enero de 2010

Algo va a cambiar

Conversación de bar. Ausente. No me encuentro. Decido irme. Música en el mp3 (Love Of Lesbian + Nacho Vegas), tejanos y chaqueta de tela militar. Bufanda. Noche. Calle. Humedad. Un sentimiento de asqueroso vacío y sinsentido se apodera de mí. Sé que no hay sitio. Sé que este no es mi sitio. Mi madre dormida y rota de tanto trabajar. Mañana me levanto a las 6h de la mañana para ir a estudiar y me encanta pues, ahora mismo, es lo único que me confronta conmigo mismo. Lo único en lo que volcar mis ansias de lucha para abrazar el inerte vacío y, evidentemente, acabar abrazándome a mi mismo. No sé adónde me lleva todo esto. Gris. Azul marino. Negro. Verde oliva. A dormir.

Love Of Lesbian, "Allí dónde solíamos gritar" --> http://www.youtube.com/watch?v=bjCjmp_TM6c

domingo, 17 de enero de 2010

Desesperación en la espera de la desesperanza

En efecto, ya nada será igual tras el día de la gran broma final. A veces pienso que Nacho escribe esas letras desde situaciones emocionales no demasiado distantes por las que uno pasa.

He aquí la primera canción de Nacho que tocó en Barcelona, los asiduos a sus letras y canciones hemos devanado internet para lograrla encontrar, pues era inédita y nadie la conocía.

Nacho Vegas, "La gran broma final" --> http://www.youtube.com/watch?v=cAqjhWzLeHg

Y aqui la tremenda calidad literaria que se desgrana a través de los vaivenes de la mano entre las cuerdas de su guitarra; hoy, especialmente, esto duele:

Dejan los tambores de tocar
y un gong anuncia la retirada
se discute la capitulación
mientras de fondo suenan carcajadas.
Obtuve por mi miedo a no padecer
cinco años de indolencia
es la semana grande de la crueldad
y en nuestro honor celebran una fiesta
yo me limitaba a contemplar
la misma grieta de la pared.
Alguien dijo "habrá que demoler"
no sé cómo no lo vi llegar
era el día de la gran broma final

Ha cundido el pánico en Madrid
salen fotos en la prensa rosa
en la alfombra roja habla el escritor,
él sabe cómo se hacen bien las cosas.
Puede que el tiempo me dé la razón
pero no queda tiempo, hoy es el día
en que dos planetas se estrellarán
mientras tú concedes entrevistas.
Y ahora ya me empiezo a preguntar
cuál de estos chistes es el mejor:
el del día en que te hablé de amor
sabiendo que daban temporal
o el día de la gran broma final.

Como un mar me presenté ante ti
en parte agua y en parte sal.
Lo que no se puede desunir
es lo que nos habrá de separar
en el día de la gran broma final.

Hay quien decía que era
grande y fuerte y nuestro amor.
Sí, como las torres gemelas,
¿recuerdas? allá en Nueva York.
Y cuando sabes que algo puede ir mal
estallará delante de ti
cuando no es posible ser feliz
y te asustas como un animal
es el día de la gran broma final.

Cuando griten en voz alta
que tu amor entero fue una estafa
y tú protestes pero no haya un alma allí para escuchar
es el día de la gran broma final.

Ya nada será igual
tras el día de la gran broma final.