miércoles, 16 de junio de 2010

Los límites del género

¿Sirven de algo los límites entre géneros literarios? ¿Es el límite inocuo u oculta una forma de poder tras de sí?

Reflexiones sobre el concepto de historia y sus límites de la mano de Heródoto y Tucídides pinchando el siguiente enlace:


Las palabras en griego y en latín que salen en el texto:

  • πάθος --> pathos, el sufrimiento, el sentir, lo volitivo y sentimental en el hombre
  • λόγος --> lógos, la razón, lo racional y lógico en el hombre
  • κόσμος --> kósmos, el universo siempre ordenado de los griegos
  • Θάνατος --> thánatos, la muerte dulce y sosegada
  • Keres --> la muerte violenta y sangrienta
  • ἴδιον --> idion, lo propio en el ámbito humano
  • κοινόν --> koinón, lo común en el ámbito humano
  • μῦθος --> mithos, el mito
  • ἀλήθεια --> aletheia, la verdad, el desvelo de lo aparente
  • ἦθος --> ethos, el carácter
  • παιδεια --> paideia, se podría traducir por algo así como cultura o educación
  • ars gratia artis --> el arte por el arte
  • pater historiae --> padre de la historia
  • ante rem --> antes de la cosa, lo puesto antes de que la cosa se dé
Me ha acompañado, cómo no, Sigur Rós con "Salka":

martes, 15 de junio de 2010

"Siempre fue así" y "Todo está por venir"

El texto que enlazo es una reflexión sobre el concepto homérico de Ítaca y sus implicaciones en el acontecer humano. Sazonado con el sabor imborrable que las clases de Josep Manuel Udina me han dejado al largo de la vida. Cabe decir que no ha sido en sus clases dónde he exprimido las mejores lecciones de su presencia, sino en las relaciones "extra-magistrales": en el bar, en el restaurante y por los pasillos de la Facultad. Ha sido un buen profesor, uno de los mejores. Aunque, por encima de todo, ha sido un hombre y ha tratado a sus alumnos como humanos. Algo envidiable en los tiempos que corren.

"Siempre fue así" y "Todo está por venir"

Gracias a la recomendación de un buen amigo, traduco las palabrejas que salen en griego en este texto:

  • υσμός --> hrismós, el ritmo, el orden interno de lo dado en la poesía, en el mundo, etc.
  • ράβδος --> rabdos, el bastón que el rapsoda utilizaba para marcar el verso golpeándolo contra el suelo.
  • ἴδιοv --> idion, en el ámbito humano, lo idiota, lo propio
  • κοινόν --> koinón, en el ámbito humano, lo común
  • κόσμος --> kósmos, el universo siempre ordenado de los griegos
  • λογός --> logós, el orden interno que gobierna a lo dado: al discurso, al mundo, a la vida comunal. Para mí tiene mucho que ver con el hrismós.
  • Δική --> diké, la justicia como garante del orden universal.
  • νόστος --> nóstos, el retorno

lunes, 14 de junio de 2010

Escalada en Cabrera de Mar

Las fotos de la escalada se peden ver pinchando el siguiente enlace:
Tras una dura semana de exámenes, convenzo a Oriol para ir a relajar las tensiones en la pared. Se apunta "Pancho" y completamos un trío con ganas de comerse la pared y, especialmente yo, con experimentar de primera mano aquello que en los libros solo se trata desde la distancia del recuerdo.

Cuando empezamos la aproximación hacia la zona de escalada se nota mi sedentarismo en esta época de exámenes y el cansancio del matutino esfuerzo en Correos.

Una vez allí Oriol empieza abriendo un IV mientras yo le aseguro. Después subimos Pancho y yo.

Mi primer contacto con la roca me saca de la aparente seguridad en la reclusión filosófica y me devuelve a la realidad, la lucha, el αγόν. La lucha por persistir, por continuar viviendo y, si se puede, viviendo bien. La roca, yo y toda la confianza en el hombre de abajo que tiene mi vida entre sus manos.

La segunda vía la escalo de primero. Es aquí donde todos tus sentidos se concentran en la acción inmediata y el pensamiento se dispara hacia las posibles consecuencias de un paso en falso. Es en este momento cuando es imprescindible la conexión empática con el hombre que te asegura. En eso Oriol tiene un papel envidiable, sus arengas logran conectarme con la roca, alejar el ininterrumpido ir i venir de mis conexiones sinápticas y fluir hacia el siguiente seguro. Llego a la reunión, que debemos compartir con otro grupo de escaladores, y Oriol me dice que continúe. No lo veo claro. El miedo se ha apoderado de mi y me impide ver las cosas con claridad, no he sabido sobreponerme. Planto una express y desciendo.
Le toca el turno a Pancho, parece "Juan sin miedo" y supera grácilmente el paso donde yo me había quedado encallado minutos antes. Chapa la reunión y desciende.
Es el momento de Oriol, llega al punto en el que se había quedado Pancho y sigue ascendiendo. Llega hasta la última reunión, pasa la cuerda por la argolla y desciende.

Una vez abajo me mira a la cara y entiende que, a pesar de que teníamos prisa, necesito subir por última vez, para continuar con este aprendizaje, con esta lucha que nunca acaba: la doma de mi miedo. Subo y siento. Siento mis manos agarrarse de la cortante roca y mis pies apoyándose en las repisas que van encontrando. Respiro y conecto mis movimientos y mi sentir con la roca. Llego arriba y miro al mar. Un par de veleros se cruzan lejos de la costa. He subido domando el miedo. Desciendo y toco tierra, cuando mis pies tocan el suelo mi tez es totalmente diferente de la que tenía cuando me até el ocho al arnés para empezar a ascender. Siento como algo inefable fluye por mi cuerpo, me siento satisfecho de haber subido a un peñasco. ¿Subir 20 metros es lo que me hace sentir así? No creo. Ha sido, indudablemente, la conexión con la roca a través de mi relajación, aquél proceso que me ha llevado a conocerme un poquito más y a domar mínimamente mi miedo, a controlarme.

Recogemos, bajamos y ponemos rumbo a Barcelona. Nos espera el Palau Blaugrana -por eso teníamos prisa- nos cuelan y vemos los dos últimos cuartos del partido entre Barça y no sé que otro equipo de básket. Mi alma no pertenece a ningún equipo pero, igualmente, disfruto como un crío.

Cuando llego a la cama sé que mi cerebro me ha agradecido el día que le he dado, ávido de nuevas sensaciones para crear nuevas conexiones entre neuronas, lo he logrado sacar de la tediosa reclusión de mi nariz pegada a las páginas de un libro.

domingo, 6 de junio de 2010

Filosofía, no serías nada sin la vida

La mezquindad del ser humano no tiene límites. Ya no queda lugar para la empatía ("εν", en el interior de, "πάθος", sufrimiento), εμπαθεια, aquella perdida capacidad de sentir el dolor ajeno en el interior de uno mismo. El interés personal sella herméticamente ese sentimiento que nos hace ser compasivos, compartir el sufrimiento. Ni Nietzsche ni su puta madre. Cuando uno ve a su madre rota de tanto trabajar, si no se le parte el corazón y los trocitos despedazados le suben por la garganta y le impiden el respirar... posiblemente sea un monstruo.

"La filosofía empieza donde acaba la creencia", según Platón. ¡Ja! ¡Yo me meo y me cago en esa aserción! La filosofía, mal que nos pese, no es más que el proceso inductivo parapetado tras la salvaguarda racional de lo deductivo. La filosofía se extrae de un cúmulo de vivencias particulares, personales y referidas al propio ἦθος que caracteriza a cada ser viviente. Lo vivido condiciona irremediablemente lo pensado. Extraer aserciones particulares de lo universal es una quimera, ¿que es lo universal sino la comunidad de vivencias particulares enlazadas tras un concepto abstracto? El ser humano es el animal más engreído de todo este planeta, ¿quién puede extraer juicios particulares de una universalidad que se le antoja inefable? El hombre, cuando desea ser deductivo, sólo recoge las migas de todo ese pan universal. En la panadería del conocimiento, lo único que hace es escoger las migas de aquellos panes que se acercan más a aquél sentido que él mismo ha dado previamente a su vivencia. Vivir y escoger. La filosofía se reduce a eso. La vivencia, tamizada por el sentido que le otorgamos, no deja de ser aquello que nosotros creemos que es; la filosofía empieza cuando se da sentido a la vivencia.
Nietzsche. Su madre era lo que era y sus amigos le hicieron lo que le hicieron. ¡Qué iba a decir él de aquella compasión tan religiosa!
Platón. Grecia estaba educada desde la creencia en un panteón que dotaba de sentido a lo vivido, un panteón que ahogaba la necesidad de aquellos hombres que ansiaban conocer las leyes internas de lo dado. Deseaban conocer aquella μοῖρα que se les presentaba como algo inefable, sólo los oráculos les remitían información siempre ambigua, contraria a la pretensión ática de desentrañar la verdadera ley que rige el acontecer. Jenófanes, Solón y luego Platón. ¡Qué iban a decir de lo creído! Necesitaban saber lo que para ellos era el verdadero ritmo interno del κόσμος, un conocimiento lejano a la ambigüedad délfica.

Y yo. Mi madre ha sido el fulcro de mi vida. Mi padre ha sido la figura de la seriedad, el trabajo, el rigor, el esfuerzo y la constancia. ¿Valores burgueses? ¡Iros a la mierda! Los valores de un chaval que hubo de emigrar con su padre a Alemania para poder comer. He recibido de ambos distintas influencias que, no por ello, dejan de ser complementarias. Aunque, y que los psicólogos y los aficionados al culebrón freudiano digan lo que quieran, prevalece en mi el ἦθος recibido de mi madre: la actitud vivencial, pasional, dejándose el aliento en aquello que le da alas para abrazar a la vida.
Y lo sé. Todas las aserciones, todas las valoraciones del universo, las hago en virtud de lo que he vivido y lo que me han enseñado. La filosofía no es algo dogmático y cerrado, es una postura particular referida a un contexto siempre personal. ¿La opción contraria? La postura contraria está sometida a vivencias lejanas a nuestra experiencia, por lo que si queremos criticar la filosofía que se extrae de aquella vivencia lejana debemos vivir la misma experiencia de dónde surge, y esto no es siempre posible. Es aquí dónde entra en juego la empatía, ponerse en el lugar del otro. No de su postura, de su filosofía, pues sólo es un producto final, sino en la vivencia que da forma y contenido a ese producto. Sólo así podremos saber si en ese salto de lo vivido a lo pensado se ha abusado de lo inductivo o si por el contrario, abusando de lo deductivo, se ha tomado a lo vivencial como lo universal.

En este punto surge el tema de la tolerancia. Considero que, en los extremos, ésta es imposible. No podemos tolerar aquello que niega el sentido que hemos dado a lo vivido, esto rompería de raíz nuestra estructura vital. No estoy hablando de dogmatismo. La empatía ayuda entender la postura del otro a relajar las tensiones entre las diferencias y dejar fluir la curiosidad infantil que caracteriza el conocimiento. Ésta puede ayudarnos a relativizar nuestra postura y a bajarla del pedestal donde la solemos colocar, para limpiar el polvoriento mármol sobre el que la teníamos puesta. Ese busto marmóreo forjado con lo que pensamos y lo que creemos que nos pertenece. Y, mientras limpiamos el pedestal, a nuestro busto vivencial le da tiempo para darse cuenta, en el suelo apoyado, de que no es ni la definitva, ni la mejor obra vital jamás hecha. La empatía deja lugar a la modestia, que mal entendida pasa a ser un simple mecanismo decoroso, pero jamás debería dar paso a una tolerancia ante rem. La crítica, siempre relajada y respetuosa, hacia lo que nos rodea, nos permite vivir con la convicción de lo vivido; eso sí, teniendo en cuenta que una nueva experiencia puede dar al traste con todo ese tinglado inductivo que nos hemos montado. La crítica debe ser siempre respetuosa, pues jamás sabes cuando vas a vivir aquello que ha llevado a forjación de las posturas que crees enemigas y tampoco sabes cuál va a ser tu dotación de sentido a esa determinada vivencia. Es importante aquí, de nuevo, la εμπαθεια, empatía, es el mecanismo que permite un simulacro, siempre limitado a las condiciones de lo reproducido -lo vivido en segundo término-, ante el cuál podemos hacernos una idea de nuestra posible postura ante aquella vivencia lejana.

Una vez más, todo esto es y no es. Estas aserciones están extraídas del sino de mi vivencia. Hoy son las que son y mañana pueden cambiar de rumbo totalmente. La plasticidad es una virtud importante ante la vida, díselo a los políticos...

Otra vez la misma canción, me está dando duro:

sábado, 5 de junio de 2010

Pause

Una temporada atípica de exámenes: me ha dado tiempo para cortarme el pelo y afeitarme la barba. Algo insólito. Y es que el espacio entre exámen y exámen hace que me tome esta lucha de un modo más relajado.
Suerte, τυχή, μοῖρα, destino o cómo se llame, no importa. Uno puede llegar a sentirse muy afortunado cuando sale de trabajar y tiene la posibilidad de mirar al cielo y sonreír. ¿Conformismo? No creo. La sonrisa que llena mis labios al salir de trabajar no tiene nada que ver con mis proyectos realizados o frustrados.
Caminar lentamente, dejar todo dentro de ti reposar, no pensar demasiado en nada y seguir caminando, paso tras paso, en dirección a casa. ¿Qué hay de glorioso en todo esto? Absolutamente nada. Y, sin embargo, sonrío.
¿De dónde surge la satisfacción? De la destrucción de esta misma pregunta. Dejar que todo tome su sitio y dejar acalladas, por un momento, las preguntas que zumban en el interior; y todo para lograr esa paz calmada entre el ἀγών característico de esta temporada académica. Suspender la acción entre los momentos sangrientos del combate, retirarse hacia el interior para coger inercia y golpear violentamente aquellos muros argumentativos que entorpecen el caminar.