domingo, 6 de junio de 2010

Filosofía, no serías nada sin la vida

La mezquindad del ser humano no tiene límites. Ya no queda lugar para la empatía ("εν", en el interior de, "πάθος", sufrimiento), εμπαθεια, aquella perdida capacidad de sentir el dolor ajeno en el interior de uno mismo. El interés personal sella herméticamente ese sentimiento que nos hace ser compasivos, compartir el sufrimiento. Ni Nietzsche ni su puta madre. Cuando uno ve a su madre rota de tanto trabajar, si no se le parte el corazón y los trocitos despedazados le suben por la garganta y le impiden el respirar... posiblemente sea un monstruo.

"La filosofía empieza donde acaba la creencia", según Platón. ¡Ja! ¡Yo me meo y me cago en esa aserción! La filosofía, mal que nos pese, no es más que el proceso inductivo parapetado tras la salvaguarda racional de lo deductivo. La filosofía se extrae de un cúmulo de vivencias particulares, personales y referidas al propio ἦθος que caracteriza a cada ser viviente. Lo vivido condiciona irremediablemente lo pensado. Extraer aserciones particulares de lo universal es una quimera, ¿que es lo universal sino la comunidad de vivencias particulares enlazadas tras un concepto abstracto? El ser humano es el animal más engreído de todo este planeta, ¿quién puede extraer juicios particulares de una universalidad que se le antoja inefable? El hombre, cuando desea ser deductivo, sólo recoge las migas de todo ese pan universal. En la panadería del conocimiento, lo único que hace es escoger las migas de aquellos panes que se acercan más a aquél sentido que él mismo ha dado previamente a su vivencia. Vivir y escoger. La filosofía se reduce a eso. La vivencia, tamizada por el sentido que le otorgamos, no deja de ser aquello que nosotros creemos que es; la filosofía empieza cuando se da sentido a la vivencia.
Nietzsche. Su madre era lo que era y sus amigos le hicieron lo que le hicieron. ¡Qué iba a decir él de aquella compasión tan religiosa!
Platón. Grecia estaba educada desde la creencia en un panteón que dotaba de sentido a lo vivido, un panteón que ahogaba la necesidad de aquellos hombres que ansiaban conocer las leyes internas de lo dado. Deseaban conocer aquella μοῖρα que se les presentaba como algo inefable, sólo los oráculos les remitían información siempre ambigua, contraria a la pretensión ática de desentrañar la verdadera ley que rige el acontecer. Jenófanes, Solón y luego Platón. ¡Qué iban a decir de lo creído! Necesitaban saber lo que para ellos era el verdadero ritmo interno del κόσμος, un conocimiento lejano a la ambigüedad délfica.

Y yo. Mi madre ha sido el fulcro de mi vida. Mi padre ha sido la figura de la seriedad, el trabajo, el rigor, el esfuerzo y la constancia. ¿Valores burgueses? ¡Iros a la mierda! Los valores de un chaval que hubo de emigrar con su padre a Alemania para poder comer. He recibido de ambos distintas influencias que, no por ello, dejan de ser complementarias. Aunque, y que los psicólogos y los aficionados al culebrón freudiano digan lo que quieran, prevalece en mi el ἦθος recibido de mi madre: la actitud vivencial, pasional, dejándose el aliento en aquello que le da alas para abrazar a la vida.
Y lo sé. Todas las aserciones, todas las valoraciones del universo, las hago en virtud de lo que he vivido y lo que me han enseñado. La filosofía no es algo dogmático y cerrado, es una postura particular referida a un contexto siempre personal. ¿La opción contraria? La postura contraria está sometida a vivencias lejanas a nuestra experiencia, por lo que si queremos criticar la filosofía que se extrae de aquella vivencia lejana debemos vivir la misma experiencia de dónde surge, y esto no es siempre posible. Es aquí dónde entra en juego la empatía, ponerse en el lugar del otro. No de su postura, de su filosofía, pues sólo es un producto final, sino en la vivencia que da forma y contenido a ese producto. Sólo así podremos saber si en ese salto de lo vivido a lo pensado se ha abusado de lo inductivo o si por el contrario, abusando de lo deductivo, se ha tomado a lo vivencial como lo universal.

En este punto surge el tema de la tolerancia. Considero que, en los extremos, ésta es imposible. No podemos tolerar aquello que niega el sentido que hemos dado a lo vivido, esto rompería de raíz nuestra estructura vital. No estoy hablando de dogmatismo. La empatía ayuda entender la postura del otro a relajar las tensiones entre las diferencias y dejar fluir la curiosidad infantil que caracteriza el conocimiento. Ésta puede ayudarnos a relativizar nuestra postura y a bajarla del pedestal donde la solemos colocar, para limpiar el polvoriento mármol sobre el que la teníamos puesta. Ese busto marmóreo forjado con lo que pensamos y lo que creemos que nos pertenece. Y, mientras limpiamos el pedestal, a nuestro busto vivencial le da tiempo para darse cuenta, en el suelo apoyado, de que no es ni la definitva, ni la mejor obra vital jamás hecha. La empatía deja lugar a la modestia, que mal entendida pasa a ser un simple mecanismo decoroso, pero jamás debería dar paso a una tolerancia ante rem. La crítica, siempre relajada y respetuosa, hacia lo que nos rodea, nos permite vivir con la convicción de lo vivido; eso sí, teniendo en cuenta que una nueva experiencia puede dar al traste con todo ese tinglado inductivo que nos hemos montado. La crítica debe ser siempre respetuosa, pues jamás sabes cuando vas a vivir aquello que ha llevado a forjación de las posturas que crees enemigas y tampoco sabes cuál va a ser tu dotación de sentido a esa determinada vivencia. Es importante aquí, de nuevo, la εμπαθεια, empatía, es el mecanismo que permite un simulacro, siempre limitado a las condiciones de lo reproducido -lo vivido en segundo término-, ante el cuál podemos hacernos una idea de nuestra posible postura ante aquella vivencia lejana.

Una vez más, todo esto es y no es. Estas aserciones están extraídas del sino de mi vivencia. Hoy son las que son y mañana pueden cambiar de rumbo totalmente. La plasticidad es una virtud importante ante la vida, díselo a los políticos...

Otra vez la misma canción, me está dando duro:

3 comentarios:

  1. La empatia aun existe,solo que hay que hacer que despierte,porque esta en estado latente.

    Saludos

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  2. El viernes en Collserola recordé al Víctor que hablaba con los pájaros. Es más, estuve en el semicírculo de piedra donde los tres hermanos se reunieron, quizás, una primavera. Ahora te veo más interesante, maduro y en definitiva, menos patoso ante la vida. Ha florecido algo.

    Muy buen artículo aunque podrias aclarar las palabras en griego;) Sería un honor que algún dibujillo mio pudiera acompañarlo.

    Acabo: doy gracias a la vida de haberme cruzado contigo. Me haría mucha ilusión, ya con canas y achaques, poder sentarme a charlar con mi viejo amigo Pajuelo. Un abrazo.

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  3. Para mí si que sería todo un honor poder contar con el apoyo de tus ilustraciones. Ya has visto que en las nuevas entradas he seguido tus consejos y he puesto las palabrejas en griego más o menos explicadas.

    Espero, lo digo de corazón, que nos podamos sentar en ese banco que creo que imaginas y podamos contarnos la vida que, de una manera u otra, hayamos compartido. No habrá nada como tener un compañero de banco como tú.

    Gracias por todo, básicamente por existir.

    εμπαθεια --> empatheia, empatía
    ἦθος --> ethos, el carácter
    ante rem --> antes de la cosa, poner algo (un sentido, un juicio) antes de que la cosa esté dada

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